miércoles, 26 de agosto de 2009

Métodos para oír la santa misa I

Tomado de San Leonardo, "El Tesoro Escondido de la Santa Misa"

§ 2. Métodos diferentes para oír la Santa Misa. Primero y segundo

3. El objeto de este opúsculo es instruir, al que quiera leerlo bien, sobre el mérito del santo sacrificio de la Misa, e inclinarlo a abrazar con fervor la práctica de asistir a ella frecuentemente, siguiendo el método que me propongo trazar más adelante. Sin embargo, como hay libros piadosos, difundidos con gran utilidad entre los fieles, que contienen diversos métodos, muy buenos y provechosos, para oír la Santa Misa, de ninguna manera trato de violentar el gusto de nadie; por el contrario, a todos dejo en completa libertad para escoger aquél que juzgue más agradable y el más conforme a su capacidad y a sus piadosas inclinaciones únicamente me propongo, querido lector, desempeñar contigo el oficio de Ángel Custodio, sugiriéndote el que pueda serte más provechoso, es decir, según mi pobre juicio, el que te sea más útil y menos molesto. A este fin pienso reducirlos todos a tres clases o tres métodos en general.

4. El primero consiste en seguir con la mayor atención y con el libro en las manos, todas las acciones del sacerdote, rezando a cada una de ellas la oración vocal correspondiente contenida en el libro, de suerte que se pase leyendo todo, el tiempo de la Misa. Si a la lectura se une la meditación de los santos misterios que se celebran sobre el altar, es indudable que se asiste al adorable Sacrificio de un modo excelente y además muy provechoso. Pero como esto pide una sujeción excesiva, puesto que es preciso atender a las ceremonias que se hacen en el altar y dirigir alternativamente la mirada al sacerdote y al libro, para leer en él la oración que corresponde a la parte de la Misa, resulta de aquí que es muy trabajoso en la práctica; y aun me inclino a creer que habrá pocos fieles que perseveren mucho tiempo empleando este método, por útil que sea. Es tal la debilidad de nuestro entendimiento, que se distrae fácilmente cuando tiene que atender a la multitud de acciones que el sacerdote ejecuta en el altar. A pesar de esto, el que se encuentra bien con este método, y consiga por él su provecho espiritual, puede continuar usándolo con la esperanza de que un trabajo tan penoso le granjeará una magnífica recompensa de parte de Dios.

5. El segundo método para asistir con fruto a la Santa Misa se practica no por medio de la lectura, ni aun durante el tiempo del Sacrificio, sino contemplando con los ojos de la fe a Jesucristo clavado en la cruz, a fin de recoger en una dulcísima contemplación los frutos preciosos que caen de ese árbol de vida. Se emplea, pues, todo el tiempo de la Santa Misa en un profundo recogimiento interior, ocupándose en considerar espiritualmente los divinos misterios de la Pasión y muerte del Salvador, que no solamente se representan, sino que también se reproducen místicamente sobre el altar. Los que siguen este método es indudable que, si tienen cuidado de conservar unidas a Dios las potencias de su alma, lograrán ejercitarse en actos de fe, esperanza, caridad y de todas las virtudes. Esta manera de oír Misa es más perfecta que la primera, y al mismo tiempo más dulce y más suave, según lo experimentó un santo religioso lego, el cual acostumbraba decir que oyendo Misa no leía más que tres letras. La primera era negra, a saber, sus pecados, cuya consideración le inspiraba afectos de dolor y arrepentimiento, y éste era el punto de su meditación desde el principio de la Misa hasta el Ofertorio. La segunda era encarnada, a saber, la Pasión del Salvador, meditándola desde el Ofertorio hasta la Comunión, sobre la preciosísima Sangre que Jesús derramó por nosotros y la muerte cruel que sufrió en el Calvario. La tercera letra era blanca, a saber, la Comunión espiritual, que jamás omitía en el momento que comulgaba el sacerdote, uniéndose de todo corazón a Jesús, oculto bajo las especies sacramentales; después de lo cual permanecía abismado en su Dios y en la consideración de la gloria, que esperaba como fruto de este Divino Sacrificio. Este pobre religioso, a pesar de no tener instrucción, oía la Misa de una manera muy perfecta, y yo quisiera que todos aprendiesen en su escuela una ciencia tan profunda.

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