EL MASTERPLAN PARA DESTRUIR LA IGLESIA:
El Enemigo al acecho
Este trabajo tiene un interés extraordinario por su actualidad. La primera edición fue sacada a la luz en julio de 1973.
Por su gravedad y trascendencia merece la atención de todos, y en particular de la Jerarquía Eclesiástica.
¡Más que nunca es necesario encomendarnos al Arcángel San Miguel para que desbarate el diabólico plan!
CAPÍTULO I: EL MASTERPLAN
Alguien dejó olvidado en mi oficina médica un sobre grande, cerrado. Después de dos meses nadie lo reclamó. Lo abrí para averiguar la identidad de su dueño. ¡Lo que encontré fue una sorpresa!:
EL MASTERPLAN PARA DESTRUIR LA IGLESIA. Nadie firmaba, no se daba ninguna dirección, nada más que un plan riguroso para destruir la Iglesia de Cristo. Según el Masterplan, la Iglesia deberá estar “arruinada” para el año 1980. Me he animado a publicarlo porque estoy seguro que ayudará a abrir los ojos a muchos sacerdotes y buenos cristianos antes de que sea demasiado tarde. ¡Alerta, amigo! Alguien trabajará muy en contra de la Iglesia. ¡Abre tus ojos! No duermas, que el Demonio está despierto. El “Masterplan” parece algo perfecto. Lo segundo: cómo llevarlo a cabo paso a paso. Lo tercero: quién lo va a realizar.
CAPÍTULO II: IGLESIA UNIVERSAL EN LUGAR DE IGLESIA CATÓLICA
El Masterplan señala en principio que de todas las Iglesias que se llaman cristianas, el bloque más firme, el que las mantiene a todas, es la Santa Iglesia Católica, y una vez que ésta se tambalee, toda la cristiandad caerá por su peso. Hay que quitarle el nombre de Santa, porque así está llamando constantemente la atención sobre Dios, es algo sagrado, y esto sobra. Y para quitarlo es fácil, basta con insistir que debemos acercarnos más a los hermanos protestantes, y que los católicos digan que la Iglesia es Santa, ofende a éstos, y por lo tanto, los católicos no deben insistir en eso. Y así de fácil, para el año 1980 nadie dirá: Una, Santa, etc. Otra palabra que sobra es “Católica”, porque es muy arraigada con la adoración a Dios, a Cristo, y a la Santísima Virgen, y eso hay que derrumbarlo. Para hacerlo es fácil: hay que sustituir lo de “Católico” por “Universal”, al fin es lo mismo, parece que dice lo mismo, pero se quita el sabor sagrado de adoración a Dios y a Cristo que lleva el nombre católico. En el año 1980 quedaría en todo el mundo así la “Iglesia Universal” con todas las iglesias unidas, donde quedarían incluidos también los judíos, los musulmanes, los hindúes, etc.
El primer mandamiento de esta “Iglesia Universal” y el único, sería: “amar al prójimo como a ti mismo” ¡Porque en éste seguiría existiendo un Dios toda bondad!. Pero un Dios que es tan bueno que no castiga; y como no puede castigar, todo el mundo se olvidará de Él muy pronto. Porque el Dios que no infunde respeto, que no se le teme, la gente lo olvida. Pero todo esto, repito, es el fin del plan. El plan debe ser cosa sencilla, quitar cosas “poco importantes”, sembrar una “piedad falsa” de compasión para los no católicos, acercarse a los no católicos, abrir las puertas de la Iglesia a los que no lo son, quitar las cosas “sin importancia” que los puedan herir.
CAPÍTULO III: EL AMOR AL PRÓJIMO... SIN AMOR A DIOS
Por supuesto es el fin del Masterplan. Pero muchos años antes hay que empezar con cosas pequeñas, más simples. Es un plan que dura 25 años, hay que tener paciencia, constancia y, sobre todo, conseguir la colaboración de los Obispos, los sacerdotes y los buenos católicos.
Siempre en el nombre del “amor”, de la “caridad”. Aunque esta palabra “caridad” también sobra, porque habla del amor al prójimo, pero está ligada también con el amor a Dios, a Cristo, y con el amor a la Santísima Virgen y a los Santos. Así es que nada de “caridad”, sólo “amor”. Será muy fácil sustituir una palabra por otra, porque dicen lo mismo, y además, amor es más moderna, más inteligible al pueblo y puede unir más a todos.
Quizás ahora, querido amigo, no se percate de la trascendencia incalculable de este plan. Estoy seguro que según vaya conociendo los detalles se dará cuenta de que es sencillamente diabólico, que conduce a destronar a Cristo y a la destrucción de la Iglesia de Cristo, es definitiva. A la destrucción del amor al prójimo, porque el amor al prójimo no puede subsistir sin la base esencial del amor a Dios, como muy bien reconoce el Masterplan.
Pero antes de pasar ahí quiero que no se me olvide lo de la palabra “piedad”. El Masterplan dice que también sobra, que hay que sustituirla por la palabra “comprensión”, que dice lo mismo en relación con los hombres, con los hermanos, pero que no conlleva al significado de unión con Dios, con Cristo, con la Santísima Virgen, etc. Será fácil: Hay que insistir en que eso de “piedad” suena a beato, a gente hipócrita, a gente sin carácter, hay que decir que “piedad” suena a vieja que no tiene nada que hacer y que va a pasar el tiempo en la Iglesia.
LA ESENCIA DEL MASTERPLAN ES INCREÍBLEMENTE SENCILLA, CONSISTE EN IMPLANTAR EL AMOR Y ADORACIÓN AL HOMBRE Y QUITAR EL AMOR Y ADORACIÓN A DIOS. El Masterplan razona así: UNA VEZ QUE HAYA DESAPARECIDO EL AMOR A DIOS, LOS HOMBRES NO SE PUEDEN AMAR, SINO SE ODIARÁN. Así es que la meta consiste en modificar el primer mandamiento de la Ley de Dios, que dice: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas” reemplazándolo por “amar al prójimo como a tí mismo”.
El plan es muy atrayente porque se hace todo en nombre de una gran causa: El amor al prójimo ¡sin amor a Dios! Y con este lema, nada menos que en nombre del “amor” se consigue fácilmente la colaboración sincera de buenos católicos, para tratar de terminar con el amor a Dios, con el amor a la Fuente de todo Amor.
En nombre del amor se trata de conseguir el odio a la esencia del amor a Dios.
CAPÍTULO IV: ¡FUERA SOTANAS Y HÁBITOS!
Lo primero del Masterplan es quitar de la gente las cosas externas “sin importancia”. Los primeros años se dedicarán a que las gentes no usen las medallas, ni los escapularios... que los ¡SACERDOTES Y MONJAS DEJEN DE USAR HÁBITOS!, todas estas cosas externas parecen “sin importancia”, dice el Masterplan, pero son testimonios de vida que constantemente mantienen en el ambiente de Dios, de Cristo y de la Virgen... y eso es lo primero que hay que quitar. Hace 2O años el Masterplan planeó quitar estos hábitos porque son testigos de vidas que se dan a Dios. Cada hábito de una monja en la calle, era un grito de vida entregada al amor de Dios, era el grito silencioso, pero constante, de que Dios y Cristo existen en el siglo XX, de millares de personas dispuestas a sacrificar su única vida por amor a Cristo.
El plan era empezar a decir que los hábitos son cosas anticuadas; en segundo lugar divulgar la idea de que vestidos de seglares, los sacerdotes y monjas, se pueden introducir e infiltrar en ambientes, mientras que el hábito era una barrera que separaban a los “hermanos” protestantes de los católicos.
El Masterplan ha tenido sin duda gran éxito. Ya no se ven monjas ni sacerdotes en las calles, ni en ninguna parte. Esta es la primera parte del plan. La parte final del plan es conseguir que no existan de verdad. El Masterplan espera que la gente se olvide de la figura del sacerdote y de la monja; al no verlos está seguro que la juventud va a ignorar su existencia y así a nadie se le va a ocurrir ni pensar en la posibilidad de hacerse sacerdote o monja.
CAPÍTULO V: ¡QUE SE CASEN LOS SACERDOTES!
El segundo objetivo es conseguir que los sacerdotes se casen. Si los sacerdotes se casan es lo mismo que no hubiera sacerdotes. Dejará de existir la figura del hombre que sacrifica toda su vida por Cristo. Cualquiera podrá ser sacerdote, y si lo es cualquiera, es como si nadie lo fuera. Más adelante veremos a las personas que ha usado y sigue usando el Masterplan. Es increíble, pero es una audacia de lo más refinada, nos están usando a tí y a mí, querido lector; están usando a los buenos católicos, a los sacerdotes, a las monjas, a los Obispos... ¡realmente increíble!... usar al buen sacerdote para destruir el sacerdocio... pero ya lo veremos esto con detalles más adelante.
CAPÍTULO VI: ¡LAS MONJAS A LA CALLE!
El plan contra los hábitos es también sacar a las monjas de sus claustros. La idea es la misma. Insinuar que los “hermanos” de la calle las necesitan, que una Carmelita puede hacer mucho bien curando enfermos y educando, etc. Realmente, como pueden ver, el plan parece estupendo, cautiva al más inteligente. ¿Quién no se va a conmover ante una llamada urgente de amor al prójimo, de asistir al que sufre, al que llora, al que necesita, si es el mismo Cristo el que sufre y el que llora, cuando sufre y llora el “hermano”?
El Masterplan está teniendo gran éxito en esto. Muchas clausuras ya no son clausuras. Estos monolitos de amor a Dios están dejando de existir. El Masterplan quiere destruirlos del todo, porque sabe muy bien que son ¡HOGUERAS ARDIENTES DE AMOR A DIOS Y A CRISTO! Porque sabe muy bien que estas almas enterradas en vida por Cristo, son el fuego que alienta a la cristiandad. Al salir a la calle desaparecerán esos fuertes infranqueables; al vestirse de seglares pronto se darán cuenta de que se puede “amar” mejor al “hermano” no siendo monja.
El Plan está trabajando muy bien. El final es poner al hombre en el pedestal de Dios. El hombre es Dios; Dios no existe, no hay que adorarlo, no hay que sacrificar una vida entera por Dios, sino por el hombre que es el verdadero Dios. El Masterplan reconoce que mientras haya conventos de clausura HABRÁ CASTILLOS INVENCIBLES DE AMOR A DIOS, y su destrucción es esencial para implantar el primer mandamiento como “amor” al prójimo y olvidarse del amor a Dios.
QUERIDO SACERDOTE O MONJA: ¡POR FAVOR... POR AMOR A DIOS, PÓNGANSE OTRA VEZ SU SOTANA Y SU HÁBITO!
Cada paseo que dé por la ciudad estará gritando el amor a Dios y al prójimo cien mil veces mejor que con mil discursos o con mil obras; será un testimonio viviente del amor de Cristo que sigue existiendo realmente en su vida. Y siéntase orgulloso de ser lo que es y demuéstreselo al mundo.
A mi hijo de seis años lo llevé a una escuela católica de monjas que visten de seglares; lo presenté a la directora y mi hijo le preguntó: ¿por qué Ud. no se viste de monja, es que le da vergüenza de que la gente sepa que usted es monja? La directora se puso más roja que un tomate, y no contestó nada... y a mi hijo... después de dos años, ya se le había olvidado eso de que existen monjas. Para él, sólo hay “maestras”... como si Dios hubiera dejado un poco de pasear por las escuelas.
CAPÍTULO VII: LAS COSAS SIN IMPORTANCIA: MEDALLAS, ROSARIOS, ESCAPULARIOS.
Como se hablaba en el capítulo anterior, lo primero del Masterplan consiste en quitar de la gente las cosas externas, diciendo que son “sin importancia”, que ofenden la sensibilidad de los “hermanos” no católicos.
Ya vimos el ataque del Masterplan contra los hábitos; también hay un plan para hacer que las personas dejen de usar medallas, los escapularios, los Rosarios, etc.
El Masterplan considera todo esto “importantísimo”, porque estas cosas que parecen sin importancia, son las que tienen un ambiente de Dios, de Cristo y de la Virgen... y a Ellos hay que destronarlos del ambiente. En cuanto al escapulario y las medallas es fácil, dice el Masterplan: hay que insistir en que son cosas de beatos, cosas externas, cosas “sin importancia”, pero que ofenden las ideas de los “hermanos” protestantes; por lo tanto será mejor dejarlas, no usarlas, y así los protestantes se acercarán a la Iglesia más fácilmente.
Hasta el año actual este plan ha funcionado. El Escapulario lo trajo la Virgen en el año 1261 cuando apareció en Londres a San Simón Stock, prometiéndole lo más que se puede prometer; dijo la Santísima Virgen que el que muriera con el Escapulario puesto no iría al Infierno. No se puede prometer más por hacer menos; promete el Cielo al que muera vestido con el Escapulario. Es algo incomprensible, cosas de una Madre, himnos de amor.
Yo soy médico y tengo bien aprendida, por experiencia, la lección de la muerte. Sé que tengo que morir, sé que todos tenemos que morir. Sé que tus manos, querido lector, se van a morir un día, tus ojos y tu corazón. Y sé, y tú también lo sabes, que se pudrirán y olerán tan mal que tus mismos familiares lo enterrarán, tus mismos hijos o tus mismos padres tendrán que hacer desaparecer tu mismo cuerpo bajo la tierra, porque nadie soportará su podredumbre. Si después de muerto ganaste el Cielo, hiciste lo que debías hacer en la tierra. Si vas al Infierno... no cumpliste con tu deber en esta vida. Si Kennedy y Cristóbal Colón están en el Cielo, hicieron buen uso de sus vidas; si están en el Infierno, las malgastaron neciamente, aunque tuvieron muchos honores, riquezas y poder. ¡Ganarse el Cielo es el fin de la vida de cada persona!
El que al final se salva sabe, el que no, no sabe nada. De ahí repetimos la importancia de la promesa de la Santísima Virgen con respecto al Escapulario.
Más de treinta Papas han recomendado el Escapulario, lo han usado, lo han propagado con las palabras más bonitas que el vocabulario humano permite.
Cientos de miles de sacerdotes y Obispos lo han recomendado ardientemente por siete siglos y lo han usado millones de católicos. Y, de repente, como por magia, hoy día nadie habla de él. Va uno en busca de un Escapulario a las Iglesias Católicas y no hay; los Carmelitas tampoco tienen Escapularios, ni siquiera se molestan en hacerlos. Como por arte de magia no hay Escapularios; como si no valieran para nada; como si fueran cosas de beatos.
Realmente el Masterplan parece que ha tenido éxito en cuanto a esta cosa “sin importancia”, el Escapulario. Y, sin embargo, el Escapulario sigue siendo el arma sencilla de Nuestra Madre, el mimo más cariñoso de la Virgen para sus hijos.
¡Querido amigo católico!: ¿quieres ir al Cielo? Pues es bien fácil: ¡Usa el Escapulario; muere con el Escapulario! Te lo dice tu Madre, la Santísima Virgen María, la Madre de Dios; te lo dicen más de treinta Papas, incluido el Papa actual Pablo VI (Año 1973). ¡No te dejes engañar por las astucias diabólicas del Masterplan! Que te llamen “beato”... pero ¡gánate el Cielo!
continuará
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