sábado, 31 de enero de 2009

Una sana opinión

Por Cecilia M. de M. Thorsöe O

Tomado del blog Santa Iglesia Militante

No es de mi agrado tener que hacer pública una consideración, pero la conciencia no permite callar ante la multitud de críticas gratuitas e injustas de las cuales ha sido objeto Su Excelencia, Monseñor Richard Williamson en el transcurso de la última semana.

Sorprende la indolencia de los acusadores al no considerar factores tan básicos como el cansancio físico e intelectual de un obispo que debió viajar por más de 8 horas, cambiar de horario de sueño, celebrar misa pontifical, cumplir con ciertas obligaciones, etc., y que, al momento de dar, por caridad, una entrevista, es sorprendido con preguntas insistentes acerca de un tema comprometedor.

¿Por qué digo que la entrevista fue concedida por caridad? Por la sencilla razón de que el pueblo sueco ha sido conmovido los últimos años por una noticia sorprendente: un conocido y querido ex pastor luterano abjura del protestantismo, se convierte a la Iglesia Católica, ingresa en el seminario de la FSSPX, ubicado en Alemania, es ordenado diácono, este año será ordenado sacerdote y los centenares de suecos, fieles protestantes que se confesaba con él y que rezaba el rosario, llevando una vida más católica que protestante, seguirán al futuro sacerdote católico cuando regrese a tomar posesión de una capilla.

Ese es el motivo por el cual la prensa sueca entrevistaría al obispo católico y ese es el tema sobre el cual versaría la entrevista. Monseñor la concedió caritativamente, ciertamente con la voluntad de aclarar y llevar la verdad a muchas almas suecas que querían escucharlo hablar. Es obligatorio para nosotros atribuir estas nobles intenciones al obispo, pues como tal, su primera obligación es dar hasta el último respiro por la salvación de las almas, aún cuando esto implique dar una entrevista en condiciones físicas de cansancio extremo. Es obligatorio creer sinceramente en la inocencia de la intención de un obispo que ha demostrado un ejemplo extraordinario durante su vida apostólica.

Los comentarios, emitidos por fieles católicos, han sido de una liviandad y superficialidad que parecen acusar una falta de oración y de vida interior de las personas que los han emitido. Me explico:

La prueba del amor a Dios está en nuestro comportamiento con el prójimo. Si alguno dice amar a Dios y, en cambio, trata injustamente al prójimo quitándole el principio básico de inocencia y, en algunos casos, su honra, su reputación, sin tener pruebas para ello, estamos mal. A Monseñor Williamson se le han atribuido intenciones segundas y se le ha culpado gratuitamente, sin considerar su inocencia como la base sobre la cual se debe partir antes de culpar a alguien.

Es cierto que hubo un error por parte de Monseñor Williamson, pero un error involuntario no es un pecado, como posiblemente los demás cometemos al deshonrar y faltar públicamente el respeto a una autoridad de la Santa Iglesia sin tener certeza de lo que decimos. Hubo un error y este error trae la consecuencia proporcional a lo ruidoso que sea el aludido, conforme al poder de prensa que el afectado tenga.

Ahora bien, quien cometió el error ya fue oportunamente reprendido por la persona a la cual corresponde este deber: el Superior General de la FSSPX.

Cuando la autoridad falla, es el deber de los fieles corregir, dentro de los límites de respeto conformes a lo que amerita la situación. Sin embargo, este NO es el caso, puesto que el Superior General de la FSSPX se ha pronunciado fuerte y claramente, reprendiendo públicamente a la persona que cometió el error.

Cuando la persona que comete un error demuestra rebeldía ante la corrección de su superior, entonces es deber de los fieles alzar la voz y corregir al que ha errado, pero este NO es el caso, puesto que Monseñor Williamson ha demostrado su sumisión, respeto y obediencia al superior.

Por los dos motivos anteriores, los fieles católicos debemos guardar un silencio respetuoso y confiado hacia la autoridad, pues ella ha comunicado públicamente que ya conversó con el involucrado y lo corrigió, por lo que cualquier comentario odioso por parte de los fieles no viene a ser necesario ni prudente. Es una falta de respeto a la autoridad de un superior que los subalternos no consideren suficiente la gestión de éste, "aportando" opiniones que sólo contribuyen a la división en la hermandad. Esas opiniones fastidiosas están demás desde el instante en que la autoridad competente se ha pronunciado de manera tan perfecta como lo hemos visto. A los fieles nos toca admirar en un silencio respetuoso el valor inmenso de dicha autoridad.

También nos toca, aunque para muchos sea a regañadientes, aprender a profundizar y contemplar la sumisión, humildad, obediencia y mansedumbre de un alma que ha sido humillada literalmente ante todo el mundo, primero por el error cometido y luego por la correción pública correspondiente. Debemos profundizar la mirada y apreciar el orden excepcional que ha habido en un superior que sabe cuándo y cómo corregir y ante un obispo que sabe, no sólo hablar de humildad, sino sobre todo practicarla, sin justificarse, sin excusarse, asumiendo obediente y silenciosamente su culpa, en un grado al cual no muchos seríamos capaces de llegar. Estamos hablando de virtudes sobrenaturales y practicadas de manera extraordinaria.

Demos también nosotros un buen ejemplo uniéndonos y no lanzando injustas y odiosas acusaciones hacia uno de nuestros miembros. Somos hijos de la Iglesia Católica, somos prójimos y algunos somos miembros de la FSSPX, lo cual nos obliga a dejar de lado opiniones personales y unirnos por el bien común, para poder enfrentar bajo la misma bandera el posible ataque que se nos viene encima. Pensemos en cómo quiere la Santísima Virgen que actuemos: divididos en discusiones sin sentido o unidos por el bien de la Santa Iglesia.

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