viernes, 30 de mayo de 2008

Lo que debe ser la FSSPX....sus estatutos


La verdadera naturaleza de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X
En los medios y en el público en general circulan muchos errores sobre la Fraternidad San Pío X.


Incluso entre sus propios fieles se encuentran a veces incomprensiones: ciertas decisiones de los superiores son objetadas o deploradas porque no se conocen sus fundamentos. ¿No sucederá esto porque aún no se conoce bastante la verdadera naturaleza de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X?

Por el R.P. Didier Bonneterre, FSSPX. Francia.


Para el gran público en general, la Fraternidad Sacerdotal San Pío X existe esencialmente a título de oposición a las nue­vas realidades que acontecen hoy en la Iglesia, y por vía de consecuencia, a título de apego a las antiguas prácticas: apego a la “Misa en latín” o “Misa de San Pío V” y la oposición a la “misa de Pablo VI”; la oposición al Concilio Vaticano II y el apego a las “enseñanzas tradicionales de la Igle­sia”.

Por lo que se refiere a la percepción que de la Fraternidad tienen sus propios fieles, la realidad es evidentemente diferente. Para ellos, en efec­to, la reacción frente a los errores y desviaciones nacidas durante el Concilio es algo normal, natu­ral, sin ser inherente propiamente a la Fraterni­dad. Además, para algunos de estos fieles su pro­pia reacción ante los errores es independiente de la de la Fraternidad, y para los más antiguos es incluso anterior a la misma.

Por tanto, para los fieles la reacción ante las desviaciones es algo que se presupone; lo que ca­racteriza a la Fraternidad es haber ido en auxilio de sus almas en un tiempo de gran desamparo es­piritual y haber enviado a sus sacerdotes a lo lar­go del mundo para predicar la doctrina católica y celebrar la liturgia según ritos que santifican.

La Fraternidad coincide con esos Prioratos donde se recibe la auténtica doctrina cristiana y la vida de la gracia, como así también los buenos colegios donde los niños son educados de acuerdo a los preceptos del Evangelio.

Sin embargo, para poder dotar de sacerdotes a los Prioratos, deben tenerse seminarios. Es allí donde la gracia episcopal de Monseñor Lefebvre ha sido más señalada: pudo fundar seminarios porque podía ordenar sacerdotes.

Esta descripción de la “visión” que tanto el público como los propios fieles tradicionalistas tienen de la Fraternidad es sin duda sumaria; con todo, nos parece que se ajusta a la realidad. Aho­ra bien, el análisis de los hechos muestra fácilmente que esta visión de la Fraternidad, si no es­tá falseada, es al menos inadecuada.

Concebida antes del Concilio

En efecto, la historia nos enseña que la Fra­ternidad ha sido pergeñada y preparada antes de la promulgación de la misa nueva por Pablo VI. En esta preparación del proyecto de la Fraterni­dad son raras las referencias a los errores conci­liares.

En su libro “Itinerario Espiritual” Mons. Le­febvre dio a conocer que el proyecto de la Frater­nidad se remite más bien a un “sueño” (o visión espiritual) que tuvo en Dakar bastante antes del Concilio.

En consecuencia, es errado pensar que en su esencia la Fraternidad ha sido creada “en reacción” contra los errores del Concilio o contra la misa nueva. Claro, la Fraternidad —como era su deber— reaccionó frente a estos errores, pero en sentido estricto no ha sido fundada como reac­ción frente a estos errores. Eso es, por otra par-te, lo que creen sus propios fieles.

Fines reales pero secundarios

Ahora bien: ¿es perfectamente exacta la vi­sión de la Fraternidad que tienen estos fieles? No lo parece tampoco.

En efecto, las escuelas no ocupan sino el cuar­to lugar entre las obras de la Fraternidad, y aún el ministerio parroquial (el que realizan los Prio­ratos) no aparece sino en quinto lugar. Si la des­cripción de estos dos fines (escuelas y Prioratos parroquiales) ocupa diez líneas de los Estatutos, la descripción de los otros fines insume treinta y cuatro líneas.

Se comprende entonces fácilmente que en re­lación a la esencia de la Fraternidad y siendo además todos iguales, estos dos fines son más bien menores que principales.
Por eso tampoco se puede decir que en su esencia la Fraternidad haya sido creada para el apostolado parroquial y las escuelas.

Cierto, estos objetivos están implicados en sus estatutos, pero no es lo que la caracteriza en primer lugar.

¿Una obra para una época?

Existe una contraprueba simple que permite comprenderlo. Un día los errores conciliares se­rán superados y la Iglesia recuperará su Tradi­ción. Entonces cada parroquia difundirá la ver­dadera doctrina y los verdaderos sacramentos y ya no será necesario, como lo es actualmente, ha­cer muchos kilómetros para asistir a la Misa tra­dicional.

Cuando ello ocurra, ¿se quedará la Fraterni­dad sin objeto? ¿Habrá que disolverla y hacerla desaparecer por inutilidad? ¿No habrá sido fun­dada para estos tiempos de crisis? ¿O posee en sí misma los recursos para ser útil, no sólo en nues­tra época sino en todas la épocas por venir?

Para responder a esta cuestión conviene in-tentar introducirse en la verdadera naturaleza de la Fraternidad San Pío X, tal como su fundador la ha concebido con la ayuda de Dios.

El sueño de Dakar

Si una cosa es cierta, es que Mons. Lefebvre ha querido ser un instrumento en manos de la Providencia. El núcleo de su disposición interior es el abandono, la confianza suprema hasta una docilidad absoluta a la voluntad de Dios. El Pa­dre Libermann, reformador de los Padres del Es­píritu Santo, tuvo en él a un auténtico hijo.

A partir del año 1967 jóvenes que se sentían llamados al sacerdocio vienen a ver a Monseñor Lefebvre, que todavía es el Superior General de los Padres del Espíritu Santo. La crisis de la for­mación sacerdotal se hace sentir por doquier, in­cluso en el Seminario Francés de Roma.

Habiendo renunciado a su función de Superior General, Monseñor Lefebvre se retira. La insis­tencia de los seminaristas desorientados le obli­gará a actuar. Estas circunstancias dramáticas lo llevan a recordar el sueño de Dakar:

“Este sueño que Dios me hizo un día entrever en la catedral de Dakar: ante la degradación pro­gresiva del ideal sacerdotal, transmitir en toda su pureza doctrinal, en toda su caridad misione­ra, el sacerdocio católico de Nuestro Señor Jesu­cristo, tal como Él lo ha transmitido a sus Após­toles, y tal como la Iglesia romana lo ha transmi­tido hasta mediados del siglo XX (...); transmitir el espíritu profundo e inmutable del sacerdocio católico y el espíritu cristiano esencialmente li­gado a la gran oración de Nuestro Señor que expresa eternamente su sacrificio de la Cruz”.

Llegado a la edad de retirarse, el antiguo Ar­zobispo de Dakar se va a embarcar en la más grande aventura de su vida, haciendo realidad aquellas palabras de San Martín de Tours: “non recuso laborem” (no rechazo el trabajo). Pero Monseñor Lefebvre está lejos de imaginar el de­sarrollo de esta empresa. Como siempre, no quie­re avanzar sino al ritmo de las indicaciones de la Providencia.

Non recurso laborem

Estas indicaciones lo orientan hacia la uni­versidad de Friburgo (Suiza), donde los semina­ristas, residentes en un “convicto”, podrían reci­bir una formación todavía relativamente tradi­cional. Mons. Charrière, Obispo de Friburgo, alienta a Mons. Lefebvre en esta iniciativa.

El 13 de octubre de 1969 ingresan los nueve primeros seminaristas, acogidos en el hogar Don Bosco de Friburgo. El 30 de noviembre de ese mismo año entra en vigor el Novus Ordo Missæ. Monseñor Lefebvre, haciendo suyas las críticas de los Cardenales Ottaviani y Bacci, se niega a adoptar la reforma litúrgica.

Sin embargo, una fundación precisa tener sus Estatutos: el fundador los redactará en Roma en junio de 1970. Allí se presenta a la Fraternidad como una sociedad de vida común sin votos, cuyo fin principal es el sacerdocio y todo lo que se le refiere; así, pues, el espíritu es la devoción por el Santo Sacrificio de la Misa.

Fundada para el sacerdocio

Más de treinta y cinco años después de estos sucesos, es preciso insistir sobre estos Estatutos, que en realidad son poco conocidos por los fieles de la Tradición católica, a quienes a veces les cuesta comprender las sabias decisiones de los superiores, ya sea en la organización de los semi­narios como en los principios que deben regir el apostolado de los sacerdotes de la Fraternidad.

Citemos algunas frases esenciales de estos Estatutos relativas a la orientación, el fin y las obras de la Fraternidad.

“El fin de la Fraternidad es el sacerdocio, to­do lo que se relaciona a él y nada más que aquello que le concierne, es decir, tal como Nuestro Señor Jesucristo lo quiso cuando dijo: «Haced esto en memoria de mí»”.

“Orientar la vida del sacerdote hacia aquello que es esencialmente su razón de ser: el Santo Sacrificio de la Misa, con todo aquello que signi­fica, todo lo que se deriva, todo lo que es su complemento”.

“Los miembros de la Fraternidad tendrán pues una devoción verdadera y continua para su Santa Misa, por la liturgia que la rodea y por todo cuanto puede hacer que la liturgia sea expre­siva del misterio que se realiza”.

El primer objetivo de la Fraternidad consiste en “todas las obras de formación sacerdotal y to­do lo que se refiere a ello, sea que los candidatos sean destinados o no a ser miembros de la Fra­ternidad”.

“Un segundo objetivo de la Fraternidad es ayudar a la santificación de los sacerdotes, ofre­ciéndoles la posibilidad de retiros y recoleccio­nes”.

“La Fraternidad ayudará de buen grado a los sacerdotes ancianos, enfermos e incluso a los infieles”.

Aprobación por la Iglesia

El 1º de noviembre de 1970 Monseñor François Charrière, Obispo de Lucerna, aprueba estos estatutos.

El 18 de junio de 1971, el Cardenal Wright, prefecto de la Congregación para el Clero, conce­día un decretum laudis a “estas normas que constituyen, dirigen la obra y confieren espíritu a su objeto”.

Estas dos aprobaciones, más allá de su valor jurídico, son la ratificación oficial de la Iglesia de la sabiduría de estos Estatutos; como manifestó Monseñor Charriere, ellos son “la respuesta a la necesidad urgente de la formación de sacerdotes celosos y generosos”.

En la carta de Navidad del año 1976 dirigida a los miembros de la Fraternidad, Monseñor Le­febvre hacía hincapié en el corazón de los Estatu­tos:

“Vivir realmente, cada vez más profundamente nuestro sacerdocio; y para los que no son sacerdotes, vivir el Santo Sacrificio de la Misa, ése es el objetivo de nuestra Fraternidad".

La Misa, corazón de la Iglesia

Monseñor Lefebvre añadía que convenía “es­pecialmente en este tiempo de perturbación en el que todo se cuestiona, volver a poner en eviden­cia en nuestras vidas y en nuestra enseñanza lo que es el corazón de la Iglesia, la síntesis de su doctrina, la fuente de todas sus gracias, es decir, el sacrificio del Calvario continuado y renovado sobre nuestros altares, y sacar todas las conse­cuencias para nuestra conducta diaria y para la salud de las almas”. Elque iba a convertirse en “el Obispo de hierro” fijaba definitivamente la orientación de la Fraternidad: “Esta restauración de lo que es el tesoro de la Iglesia explicará tam­bién nuestra actitud frente a la convulsión que tiene lugar en la Iglesia después del Concilio Va­ticano II”. En otra parte Monseñor Lefebvre se­ñala que esta “restauración” explicará nuestro apostolado de tipo parroquial y educativo.

Una obra para estos tiempos

Como dijimos, Monseñor Lefebvre no fundó, en sentido estricto, la Fraternidad como reacción ante los errores conciliares, aún cuando ella te­nía evidentemente el deber de oponerse. Tampo­co la fundó asignándole como objetivo primero el apostolado parroquial y educativo, aunque estos fines secundarios forman parte de sus Estatutos.

Monseñor Lefebvre fundó la Fraternidad para la formación y la santificación de los sacerdotes (objetivo genérico) orientando esta formación y esta santificación hacia el Santo Sacrificio de la Misa (objetivo específico). En este último punto residen ala vezla originalidad profunda de la Fraternidad y su capacidad particular para res­ponder a los problemas propios de nuestro tiem­po (sean los de la crisisque sufrimos o los medios aptospara salir de ella).

Queda claro, y en cualquier caso es nuestra profunda convicción, que la Providencia suscitó la Fraternidad San Pío X en nuestro tiempo, con su especificidad sacerdotal y litúrgica, para res­ponder a la crisis específica de nuestro tiempo, de la misma forma que suscitó en el siglo XIII a los franciscanos y a los dominicos para respon­der a la crisis del siglo XIII y de idéntica mane­ra que suscitó a los jesuitas en el siglo XVI para responder a la crisis del siglo XVI.

La crisis actual (tal era la intuición de Mons. Lefebvre) es una crisis del sacerdocio y del sacri­ficio. Volver a situar en el centro de la Iglesia, tal como lo hacen los Estatutos de la Fraternidad, el sacerdocio y el Sacrificio de la Misa, es dar en el centro de esta crisis y sentar los principios de solución. De esta intuición primera se derivan naturalmente todos los demás elementos de reso­lución de la crisis. Por ejemplo, ante los errores conciliares, los Estatutos dan principios de solu­ción muy profundos: “De acuerdo a los deseos y a las condiciones frecuentemente presentadas por los Papas y concilios, la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino y sus principios filosófi­cos serán el objeto principal de los estudios en el seminario; de este modo los seminaristas evita­rán con cuidado los errores modernos, en parti­cular el liberalismo y todos sus derivados”.

Apostolado crítico

Con respecto al apostolado (objeto a veces de inquietud para los fieles... ¿debería la Fraterni­dad apartarse de ellos para dedicarse a la santi­ficación de sus sacerdotes?), la respuesta se en­cuentra en una las más bellas frases de los Esta­tutos: “La Fraternidad es esencialmente apostóli­ca, porque el Sacrificio de la Misa lo es también y porque sus miembros tendrán generalmente que ejercer un ministerio exterior. Vivirán en la convicción de que toda la eficacia de su apostola­do se deriva del sacrificio de Nuestro Señor que ofrecen diariamente.”

De este arraigo en el sacerdocio y en el sacri­ficio se derivan a la vez el espíritu de fuerza y el equilibrio de la virtud en el necesario apostolado crítico de los errores modernos. Monseñor Le­febvre provee los principios y los criterios gene­rales en aquella misma carta de Navidad de 1976, mostrando la actitud perenne de la Frater­nidad como una cumbre y un justo medio entre dos quebradas: “Evitemos las tomas de posición extremas que no corresponden a la realidad sino a aprioris, que perturban inútilmente las conciencias sin ilustrarlas. Evitemos el celo amargo que condena San Pío X en su primera encíclica (...) Nos es imposible aprobar la actitud de los que sólo tienen palabras amargas para su próji­mo, juzgándolo temerariamente y sembrando así la división entre los que sostienen un mismo combate”.

“Es también cierto que no podemos compren­der a los que irritan y disuelven las energías mo­rales y espirituales minimizando la importancia de la oración, de la verdadera devoción a la San­tísima Virgen, decayendo en el combate espiri­tual, siempre listos para compromisos, prefirien­do agradar al hombre más que a Dios. Ellos no son los herederos de los mártires; prefieren sa­crificar la verdad y a Nuestro Señor antes que desagradar a los perseguidores, sobre todo si es-tos perseguidores son dignatarios de la Iglesia”.

Y, por fin, esta sublime conclusión: “¡Cuánto deseo que la Fraternidad no se deje tentar ni por la primera ni por la segunda tendencia! Sean ca­tólicos, verdaderos cristianos, imitadores de Nuestro Señor, que derramó su sangre para la gloria de su Padre y para la salvación de sus her­manos. Conservemos nuestras almas en la paciencia, en la amabilidad, en la humildad y tam­bién en la fuerza y la verdad de la fe.

“Nuestras casas, nuestros Prioratos y sobre todo nuestros seminarios deben respirar esta atmósfera de caridad y devoción hacia nuestro divino Rey, de concordia fraternal, de sincera y cordial hospitalidad".


Aparecido en Iesus Christus Nº 106 – julio/agosto de 2006

Fuente: Mariano Gabriel (Jóvenes de la Hermandad San Pio X)

(las negritas en párrafos son nuestras)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo rezo por la Unidad de la S.Iglesia, por que hayan mas seminarios espirituales, donde la conciencia y el sentido del pecado no quede en el progresismo como vemos hoy dia, porque haya mas sacerdotes devotos a la S.Misa, de la Eucarístia, de Nuestra madre Maria y sigan el camino a la santidad.

Saludos.